Por qué NADA tiene SENTIDO: del Nihilismo al Neofascismo | #aymeroman

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Breve Resumen

El video explora la crisis de sentido en la posmodernidad, el auge de los refugios reaccionarios y la posibilidad de un nihilismo revitalizante. Se analiza cómo la desorientación, la precariedad y la hiperconectividad contribuyen a la búsqueda de certezas en ideologías conservadoras y cómo la izquierda puede ofrecer alternativas significativas.

  • Crisis de sentido en la posmodernidad y su impacto en la sociedad.
  • El resurgimiento de ideologías conservadoras como refugio ante la incertidumbre.
  • La necesidad de reimaginar la tradición y fomentar espacios de comunidad y politización.

Introducción

La sociedad actual se encuentra en un estado de confusión y desorientación debido a un flujo constante de información fragmentada y desconectada. Esta experiencia esquizofrénica del capitalismo tardío dificulta la construcción de una identidad coherente y un sentido de propósito. El agotamiento resultante lleva a muchas personas a desear que alguien les diga qué pensar y qué hacer. En este contexto, la razón instrumental, centrada en la cuantificación y la optimización, ha erosionado los vínculos, la imaginación y los relatos compartidos que daban sentido a la vida. El deseo se ha convertido en consumo compulsivo, las relaciones son líquidas y ambiguas, y las nuevas derechas resurgen ofreciendo identidades estables y un sentido de pertenencia. La crisis política actual es, en esencia, una crisis de sentido, donde la promesa de un pasado ordenado y jerárquico tiene un atractivo poderoso.

¿Qué es el nihilismo?

En lugar de vivir en una época que abraza el nihilismo, se enfrenta una crisis de una forma de nihilismo que ha dejado a la sociedad sin horizonte ni significado. El atractivo de los nuevos autoritarismos y populismos de derecha, que prometen un orden estable con reglas claras, refleja el deseo de encontrar un refugio frente a la frialdad y el desencanto del nihilismo pasivo neoliberal. El nihilismo pasivo se manifiesta como una resignación ante la ausencia de significados intrínsecos y principios rectores trascendentales. En contraste, el nihilismo activo implica la creación de sentidos y valores propios. El nihilismo reactivo, por otro lado, se aferra a las ficciones del pasado, incluso sabiendo que son falsas, como se observa en figuras que promueven la familia tradicional sin vivirla realmente.

La crisis de la posmodernidad

La muerte de Dios, anunciada por Nietzsche, representa el colapso de una cosmovisión teológica y dualista que confería sentido y valores absolutos. Sin embargo, no se ha encontrado un sustituto reconfortante, y el mundo se ha desencantado. La razón instrumental y la lógica empresarial han tomado el relevo, mistificando el capital y la productividad. El desarrollo de la técnica y la razón instrumental ha generado una inversión perversa, donde los medios se convierten en fines, y lo humano queda subordinado a la técnica. La obsolescencia programada es un ejemplo de esta racionalidad que sirve a la autorreproducción del capital, priorizando la ineficiencia sobre la eficiencia. Esta crisis se exacerba con la uberización del trabajo y la tinderización del deseo, donde las lógicas del mercado colonizan el erotismo y la sexualidad. La búsqueda de optimización emocional y el intento de controlar las emociones intensifican la sensación de vacío, creando una paradoja donde cuanto más se intenta protegerse, más se empobrece el mundo emocional. El capitalismo no solo regula la producción y el consumo de bienes materiales, sino que también penetra en las formas más íntimas de ser y estar en el mundo, produciendo deseos, expectativas y malestares.

El refugio reaccionario

El concepto de objeto transicional de Donald Woods Winnicott, como un osito de peluche, ilustra la función psicológica que permite al niño separarse de la madre, sosteniéndose en una ilusión creativa. Este objeto pertenece a un espacio intermedio donde el ser humano construye sentido, juega, simboliza e imagina. Cuando este espacio es colonizado por lógicas instrumentales, el sujeto pierde la capacidad de crear sentido y se enfrenta a una realidad brutal y mecánica. La ruptura de este espacio puede llevar a estados regresivos o destructivos, buscando imponer desde fuera un orden que no se logra reconstruir desde dentro. Esto explica el atractivo de figuras que prometen restaurar un orden imaginario y roles estables, aunque sea a costa de la violencia. El auge del conservadurismo de género entre los jóvenes, especialmente en espacios virtuales, refleja un deseo de obtener direcciones claras y guiones de género rígidos. La familia nuclear tradicional y los roles de género arquetípicos se convierten en refugios simbólicos, ofreciendo una ilusión de coherencia y pertenencia.

¿Hay salida?

Para superar la crisis de sentido, es vital fomentar terceros espacios de ocio y socialización no virtual, así como espacios de militancia y aprendizaje que permitan el desahogo y las conversaciones distendidas. Es necesario abandonar la hipercorrección y la hipervigilancia que han paralizado y canibalizado el ciclo político anterior. Reencantar el mundo no implica negar la técnica ni romantizar el pasado, sino disputar el uso del tiempo, del lenguaje y de la memoria. Se propone una ética de la demora frente a la aceleración, una ética de la atención frente a la dispersión y una ética del cuidado frente a la autoexplotación. Es crucial repensar la tradición de forma transformadora, no como una repetición acrítica del pasado, sino como una inscripción consciente en una genealogía que permite disputar el presente.

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